Ceremonia de investidura de un caballero

Esto debe ser fecho en tal manera que, pasada la vigilia, luego que fuere de día, debe primeramente oír su misa, para su servicio. E, después ha de venir el que le ha de fazer caballero, e preguntarle si quiere rescebir la orden de caballería, e si dijese si, ha le de preguntar si la mantendrá, así como se debe de mantener, e después que se lo otorgare, débele calzar las espuelas. E después, ha le de ceñir el espada sobre el brilla que viste, así que la cinta non sea muy floja. Y el caballero le debe ceñir la espada, para significar castidad y justicia. Y para significar la caridad debe besar al escudero y darle un bofetón para que se acuerde de lo que promete y de la gran carga a la que se obliga y del gran honor que recibe para la Orden de Caballería.”
Alfonso X el Sabio

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Para el rey castellanoleonés los caballeros han de ser nobles de linaje (algo que luego variará con el tiempo). Los pasos a seguir serían los siguientes:

El aspirante, en primer lugar, debe pasar el día anterior en vigilia. Además debe estar vestido lo mejor posible, para lo cual será ayudado. Esa limpieza debe ser tanto física (paños y cuerpo), como espiritual. En curiosos hacer notar que Alfonso se toma la molestia en puntualizar que el ir limpio, y tomar los dos baños, (al principio de la vigilia y luego, antes de la propia ceremonia de la investidura) no implica un menoscabo de las cualidades varoniles del candidato, ni de su fortaleza, ni de su crueldad necesaria. En ese estado de recogimiento que debe ser el de la vigilia, se le informará de todo los trabajos y sufrimientos que ha de pasar al tomar la caballería. Acto seguido se pondrá a orar de rodillas, todo lo que pueda, pidiendo el perdón de sus pecados y la asistencia divina en la tarea que se le presenta. En cuanto a la vestimenta Alfonso X deja claro que antiguamente se hacía con toda las piezas armadas puestas (aunque no está claro si eso se mantiene en su ceremonial). Eso vendría a explicar la anotación de que posará de hinojos todo lo que sufra, ya que no era nada cómodo arrodillarse y mantenerse en esa postura completamente armado.

Así se supone que también pasaría la noche. En la mañana de la investidura se volvería a arreglar y descansaría brevemente en una cama. Acto seguido pasaría a oír misa.

Una vez concluida se presentará el que le ha de armarle caballero y le interrogará si está dispuesto a la investidura. Ante la respuesta afirmativa le ayudará a calzarse las espuelas, y le ceñirá la espada.

Una vez concluido todos los preparativos previos, y con la espada desenvainada se trasladará, si hace falta, al lugar de la ceremonia donde procederá a realizar un juramento triple: no dudar en morir por su ley (fe cristiana), por su señor natural, y por su tierra. Juramento que a veces so obviará más tarde.

Una vez pronunciado el juramento se le da la pescozada, para que no olvide lo que ha jurado. Al tiempo, los oficiantes y el postulante pedirán Dios no se lo permita olvidarlo. EL penúltimo acto es el beso (en el siglo XII se especifica que es en la boca) que se dan el nuevo caballero y quien le ha dado la pescozada, como símbolo de fe y de paz. Lo mismo hacen todos los caballeros presentes en señal de hermandad.

EL siguiente rito es el de ceñir la espada. Recordemos que la espada había quedado desenvainada. Ahora, el que se llamará padrino, será el que le ciña de nuevo la espada al caballero novel. Este padrino puede ser su señor natural, un caballero honrado o un caballero bueno de armas. Por último ya sólo quedará festejarlo con un gran banquete e incluso con algún torneo (aunque lo prohibiese la iglesia), coincidiendo con fechas señaladas en el calendario.

EL ceremonial para fines del s. XIV y el s. XV se ha reducido a ciertos puntos básicos. La limpieza y riqueza en la vestimenta del postulante y oficiantes. La vigilia de armas durante la noche (si es posible en una iglesia y si no, no importa) y, por último, el espaldarazo con la espada, que se ciñe el nuevo caballero.

Las armas, y la espada, no sólo se supone que son las herramientas básicas del nuevo caballero, sino que tienen una profunda simbología, que todos los manuales, incluido los de ingreso a las ordenes militares, se encargan de reseñar. Incluso físicamente, por dónde se colgaba la espada, se debería poder distinguir a un caballero de otro que no lo fuera, o un escudero. Así, el caballero la llevaría ceñida a la cintura, mientras que los escuderos la llevarían al cuello (al menos hasta principios del s. XIV). Otro rasgo distintivo sería el de las espuelas, siendo las de los caballeros de oro, y de plata las de los escuderos.

Desde fines del mismo s. XIII, el número de investiduras cae considerablemente. La explicación suele ser económica. El armarse caballero era un negocio extremadamente caro, sobre todo para el caballero novel, pero también para el oficiante.

La máxima decía: «no todos los nobles son caballeros, pero todos los caballeros deben ser nobles». Ahora bien, desde fines del s. XIV se atestigua la incorporación de pecheros (burgueses, comerciantes, sin nobleza de linaje), en el ordo ecuestre. El acto les confiere el título de hidalguía, pasan a formar parte de la nobleza. Pero la nobleza tradicional, y más aquellos que siguen creyendo en los valores tradiciones del orden de la caballería, se mostrarían profundamente contrariados. Así, Pero Niño, el famoso protagonista de la crónica del Victorial, y otros nobles afines se ocuparán de recalcar, no sin cierta amargura: «no todos los que ciñen espada son caballeros». Con ello se refería al cada vez más reducido grupo, que dentro de los «caballeros», seguían creyendo y obrando según el antiguo ideal, el de una caballería cuya máximo valor era la fidelidad y el sacrificio militar.

Extraído de esta página: http://www2.uned.es/temple/rito_de_armar_caballeros_en_la_e.htm

 

Armadura de un caballero del siglo XII


El caballero1

En la Edad Media los caballeros no eran nobles en un principio, eran hombres que tenían los medios para mantener caballos y con ellos participar en las guerras, y los reyes pagaban sus servicios concediéndoles privilegios como a los infanzones e hidalgos.

Esto vino a constituir una pequeña nobleza militar. La gente enriquecida que pertenecía al estado llano, también formaba una segunda nobleza, por los servicios que podía prestar al soberano.

En los primeros tiempos de la Reconquista los reyes se rodearon de vasallos, cuya ayuda les podía ser muy útil, a los que se les dio el nombre de “mílites”, los que fueron de gran eficacia en las empresas militares contra los moros, de ahí que los que mas destacaban recibían privilegios.

En un inicio al caballero no se le exigía poseer hidalguía, solo requería tener caballo y armas para combatir, lo que les era recompensado con tierras y dignidades, y el derecho a tener escudo, y además recibir títulos tales como condes, marqueses o vizcondes. Todo esto con el tiempo cambió y ya no cualquiera podía aspirar a ser caballero.

Para ser armado caballero, había normas, tales como ser noble por lo menos en tres generaciones por parte de padre o madre. Al cumplir siete años habrían de prestar sus servicios como paje, en el castillo de algún señor; a los catorce años pasaba a ser escudero, teniendo a su cuidado el caballo y las armas de su señor, acompañándolo en sus empresas militares, al tiempo que se habrían de ejercitar en el uso de la pesada armadura, equitación y todas las actividades de un caballero en una batalla. Durante este tiempo se les consideraba “donceles”.

Al llegar a los veinte años ya tenían el derecho a ser investido como caballero. En la víspera habría de ayunar, confesar y comulgar; escogía a sus padrinos, los que deberían armarle y con los que comería antes, pero el futuro caballero lo hacía en mesa separada y con la prohibición de hablar o reír. La noche previa la pasaba en vela completamente armado, a lo que se le llamaba “la vela de las armas”, en la mañana se bañaba y luego entraba a la iglesia con la espada colgando al cuello, para que el sacerdote lo bendijese. Enseguida iba a adorrillarse ante el caballero que lo armaría y ante los Santos Evangelios juraba defender a la religión, la patria, el rey y los débiles, obedecer a los superiores, ser cortés con todos no servir a un príncipe extranjero, no faltar jamás a la palabra empeñada, no mentir, no injuriar o calumniar, defendiendo siempre, aún con riesgo de su vida, toda causa justa.

A todo esto seguía el que los padrinos le ceñían la cota de malla, le calzaban las espuelas doradas y le colocaban la espada al cinto.

Esta clase social fue perdiendo importancia con el tiempo, al revolucionarse el arte militar, al dejar de ser los caballeros una parte principal de un ejército.

Órdenes de caballería.